El patrimonio cultural es un regalo del pasado, es motor de futuro. Hay que disfrutar del patrimonio: conocernos, reconocernos en él, para entender y comprender, en ese espacio común, a nuestro vecino. Hay que trabajar desde múltiples perspectivas y disciplinas, buscar sus valores, aquellos que le hacen atravesar el tiempo y perdurar.
Es nuestra obligación cuidar el patrimonio, transmitirlo, considerarlo como algo nuestro y, a la vez, saber que es de todos. El patrimonio cultural no es un problema: es una riqueza individual y colectiva en un sentido amplio; es un derecho y un disfrute. El patrimonio suma: esfuerzos, voluntades, economías… pero también emociones, sentimientos, identidades.
El patrimonio cultural vincula territorios, gentes y valores comunes. En Aragón tenemos numerosas muestras de ello, y lo veremos en estas páginas. Además, el patrimonio es desarrollo sostenible y, por tanto, es justicia económica y social. Son los valores del patrimonio los que mantienen o generan nuevas alianzas entre las gentes y su entorno. Unos pactos basados en el apoyo mutuo y en el respeto a la diferencia.